“Los vencedores no
saben lo que se pierden”
El atleta Emil Zátopek
(Koprivnice, 1922-Praga, 2000), en una imagen de 1954
Praga, 27 de junio de 1968. Como cada día Emil
Zátopek realizaba su entrenamiento diario. Llevaba toda su vida corriendo
varios kilómetros al día. 16 años antes, en las Olimpiadas de Helsinki de 1952,
se había convertido en el primer atleta (algo que probablemente nadie iguale
nunca) en ganar las tres pruebas de fondo: los 5000 metros, los 10000 metros y el
maratón. De ahí su apodo de la “locomotora humana”. Nunca en su vida había
dejado de correr. Se inventó su propio sistema especial de entrenamiento,
corriendo en las condiciones más difíciles, calzando botas militares, con la
idea de que en el momento de la prueba correr fuese un alivio, un alivio
llegar. A causa de esos extenuantes entrenamientos, a la hora de correr se
mostraba una mueca en su cara que denotaba auténtico dolor.
Como decíamos, su proeza fue completar la victoria
en los 5000 y 10000 metros en las Olimpiadas de 1952, añadiendo la victoria en
el maratón. En una carrera como el maratón, no es normal que alguien corra una
prueba oficial sin haber hecho nunca esa distancia, pero eso fue lo que Zátopek
iba a hacer; se retó a sí mismo y siendo su primer maratón logró la hazaña de
conseguir la medalla de oro en unas Olimpiadas.
Pero nos habíamos situado a finales de junio de
1968. En Checoslovaquia, el “Socialismo de rostro humano” de Alexander Dubcek
pretendía conseguir acabar con la sumisión a la URSS, que en ese momento
impedía a Checoslovaquia vivir en libertad. La “Primavera de Praga” era un
llamamiento a la dignidad y a la libertad, y Emil Zátopek había apoyado la
causa, porque era lo que sentía que debía hacer.
En esa mañana de comienzos del verano de 1968, Emil
Zátopek, que iba corriendo como siempre hacia su lugar de trabajo como preparador
físico de los jóvenes soldados del ejército checoslovaco, se encontró con
alguien que le advirtió de la necesidad de mostrarse fiel al régimen y no
respaldar el Manifiesto de la Primavera de Praga. Pero el corredor, ese mismo
día, mostró públicamente su apoyo a la idea de un nuevo socialismo, firmando el
Manifiesto de la Primavera.
Mes y medio después, las tropas soviéticas entraban en
Checoslovaquia y tomaban la capital, la Primavera de Praga había sido aplastada con las
armas y la esperanza del pueblo checoslovaco se esfumaba. A Zátopek le
ofrecieron perdonarle su “desacato” al régimen si se arrepentía, pero él no lo
hizo, aunque sabía que perdería su puesto de trabajo como entrenador en el
ejército. Ahora es cuando aparecen el
tesón y la resistencia que había adquirido corriendo. Le amenazaron, pero él
prefirió resistir y demostrar que podía aguantar, eso era lo que llevaba
haciendo toda su vida gracias al atletismo, sabía que podía conseguirlo. Por
muy dura que fuera su nueva vida, tenía que demostrarse a sí mismo que podía
resistir.
Tuvo que empezar a ganarse la vida en condiciones
muy difíciles, primero como albañil y más tarde el régimen le obligó a trabajar
como minero en una mina de uranio. A pesar de las posibilidades que se le
ofrecieron de poder huir al extranjero (era una persona reconocida) y llevar
una vida mucho más cómoda, lo que había hecho siempre era resistir y así lo
haría hasta el final.
Y claro que resistió, Praga siguió viendo a la
“locomotora humana” día tras día, con esa mueca de dolor en su cara, pero con
la satisfacción de saber que había resistido, que había llegado a la meta sin
ser vencido, demostrando, como lo había hecho en las carreras de fondo, que lo
importante es llegar al final, esforzándose uno mismo; sin luchar contra nadie,
sino contra las pruebas que uno se pone a sí mismo. Una lección sin duda.
Emile Zátopek murió el 21 de noviembre de 2000 a
los 78 años.
-Echenoz, J.
Correr. Anagrama, 2010.
Un par de libros si te interesó la historia:
-Riccarelli, Ugo. Un helado para la gloria. Madrid, Maeva, 2004.
Enrique González Calderón (profe de historia)