“Los vencedores no
saben lo que se pierden”
El atleta Emil Zátopek
(Koprivnice, 1922-Praga, 2000), en una imagen de 1954
Pero nos habíamos situado a finales de junio de 1968. En Checoslovaquia, el “Socialismo de rostro humano” de Alexander Dubcek pretendía conseguir acabar con la sumisión a la URSS, que en ese momento impedía a Checoslovaquia vivir en libertad. La “Primavera de Praga” era un llamamiento a la dignidad y a la libertad, y Emil Zátopek había apoyado la causa, porque era lo que sentía que debía hacer.
En esa mañana de comienzos del verano de 1968, Emil Zátopek, que iba corriendo como siempre hacia su lugar de trabajo como preparador físico de los jóvenes soldados del ejército checoslovaco, se encontró con alguien que le advirtió de la necesidad de mostrarse fiel al régimen y no respaldar el Manifiesto de la Primavera de Praga. Pero el corredor, ese mismo día, mostró públicamente su apoyo a la idea de un nuevo socialismo, firmando el Manifiesto de la Primavera.
Mes y medio después, las tropas soviéticas entraban en Checoslovaquia y tomaban la capital, la Primavera de Praga había sido aplastada con las armas y la esperanza del pueblo checoslovaco se esfumaba. A Zátopek le ofrecieron perdonarle su “desacato” al régimen si se arrepentía, pero él no lo hizo, aunque sabía que perdería su puesto de trabajo como entrenador en el ejército. Ahora es cuando aparecen el tesón y la resistencia que había adquirido corriendo. Le amenazaron, pero él prefirió resistir y demostrar que podía aguantar, eso era lo que llevaba haciendo toda su vida gracias al atletismo, sabía que podía conseguirlo. Por muy dura que fuera su nueva vida, tenía que demostrarse a sí mismo que podía resistir.
Tuvo que empezar a ganarse la vida en condiciones muy difíciles, primero como albañil y más tarde el régimen le obligó a trabajar como minero en una mina de uranio. A pesar de las posibilidades que se le ofrecieron de poder huir al extranjero (era una persona reconocida) y llevar una vida mucho más cómoda, lo que había hecho siempre era resistir y así lo haría hasta el final.
Y claro que resistió, Praga siguió viendo a la “locomotora humana” día tras día, con esa mueca de dolor en su cara, pero con la satisfacción de saber que había resistido, que había llegado a la meta sin ser vencido, demostrando, como lo había hecho en las carreras de fondo, que lo importante es llegar al final, esforzándose uno mismo; sin luchar contra nadie, sino contra las pruebas que uno se pone a sí mismo. Una lección sin duda.
Emile Zátopek murió el 21 de noviembre de 2000 a
los 78 años.
-Echenoz, J.
Correr. Anagrama, 2010.
Un par de libros si te interesó la historia:-Riccarelli, Ugo. Un helado para la gloria. Madrid, Maeva, 2004.
Enrique González Calderón (profe de historia)
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